Difícilmente se pueda analizar la relación entre los comportamientos caninos sin hacer mención a la intervención de la mano del hombre.
Si indagamos en los comportamientos en la manada de lobos, pocos puntos en común hallaremos para comparar con los perros domésticos. A lo largo de los años, el hombre ha adiestrado a sus perros de manera tal que éstos dependieran de él. Motivo que puede llevarnos a interpretar a cualquier perro adulto, con una dependencia tal a su amo, como un gran cachorro.
De la manada a nuestra casa.
Observando a los lobos, notamos que los cachorros mantienen una relación con los machos adultos de la manada. El padre, cuenta con un rol en la educación y cuidado junto a su madre. Y a diferencia de éstos, los padres de los perros domésticos no sostienen ningún tipo de relación cercana, evitan acercarse y muchas veces es la misma hembra la que no permite que el macho se acerque. Estos puede interpretarse al agregar el factor humano en la domésticidad de los perros. Su dependencia para con el hombre, ha afectado ciertos niveles de comportamientos y jerarquías. Tal es el caso, que una hembra algunas veces puede sentir celos de sus propios hijos al ver que su amo, le brinda cuidados y cariños a los cachorros.
Acá mando yo.
En el juego, un lobo adulto, permite libertades a los cachorros que no podría permitir a ningún otro adulto. Se deja mordizquear y aferrar con los dientes por el rabo o las orejas. Deja que los pequeños jueguen, pero -y éstos vale para los perros también- cuando el adulto indica que el juego terminó, mediante un simple gruñido, los valores jerárquicos no son discutidos y el cachorro obedecerá inmediatamente y volverá a su puesto.
En el caso de las hembras, la madre continuará teniendo autoridad sobre sus cachorros aún cuando éstos dejen de serlo y la superen en tamaño. Resulta verdaderamente extraño que un hijo someta a su madre.
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